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He de reconocer que cuando fotografié a un bebé por primera vez tenia algo de miedo a que la criatura no se sintiera agusto, no aguantara o ni si quiera quisiera posar delante de la cámara… pero ahora que ya he practicado he descubierto un mundo que me encanta: la fotografía de bebés. Son fuertes, alegres, espontáneos, divetidos y siempre te sacan una sonrisa. Cada vez experimento más, saliendo de convencionalismos, intento que cada sesión sea única, busco nuevos encuadres, nuevo atrezzo, el pequeño o pequeña es el protagonista pero siempre intento meter un guiño a sus padres… como Iris que vino con un pan debajo del brazo porque su padre es panadero.

Los bebés se sorprenden al verme, pero estoy segura que mi sorpresa al verles a ellos es mucho mayor. Estoy decidida a seguir aprendiendo en este tipo de fotografía, tengo la necesidad de superarme con estos pequeñines!